Estamos en pleno otoño, las ferias taurinas llenas de luz y colorido, los aplausos, los brillos en alamares y trajes chispeantes, así como esa pasarela de toreros entre los aficionados que aguardan su salida del hotel o llegada a la plaza para presenciar su entrada por las puertas de cuadrillas quedaron atrás.
Ahora toca el campo. En esta época otoñal el ambiente campero al igual que su entorno, cambia de color.
Un ambiente templado, cubierto de colores cálidos y tonos ocres nos confiere un paisaje que aun careciendo de la luminosidad primaveral no deja de ser una delicia para los sentidos.
Llegado este tiempo, los días se acortan siendo la luz más tenue, es cuando los árboles se desprenden de sus hojas cambiando su atuendo habitual disponiéndose para el duro invierno.Paradójicamente el ganado bravo barrunta también la estación venidera e igualmente se prepara vistiendo un “abrigo” que aunque deslucido por su tosquedad y conocido en el argot taurino como “pelaje de invierno”, se desprenderá de él a la llegada de la primavera para volver a lucir esa piel fina, tersa y brillante que caracteriza a las reses de lidia. Resulta paradigmático observar como la naturaleza llevada de la mano de Dios, aparte de forjar las cosas perfectas hace que tengan sentido. Antes de que ese tiempo vuelva a dar savia nueva y esplendor tanto al campo bravo con su olor a jara, menta y mejorana así como a las reses que en sus tierras pastan, aprovechamos estas agradables temperaturas otoñales para seguir disfrutando del toro bravo de una manera diferente, yo diría que la más natural.Hace unos días tuvimos el privilegio de asistir al primer herradero celebrado en la Finca “Cerropelao” propiedad del ganadero D. Iñigo Garzón. La llegada en horas tempranas nos brindó la oportunidad de ver el amanecer en una dehesa entre los mugidos de un ganado bravo que parecía “barruntar” que no era un día cualquiera, mugidos de ganado adulto y cuajado muy cercano a las corraletas donde esperaban un nutrido número de jóvenes machos y hembras añojas para que momentos más tarde se les proporcionara “nombre y apellido”, formando de esta manera técnica y oficialmente, parte de ese encaste bravo que conforma esta ganadería y que con tanto mimo desarrolla tanto el ganadero Iñigo Garzón como su mayoral Luís Morcillo.Ganadero, mayoral, veterinario y personal auxiliar, todos en sus respectivos sitios para que sin fallos y una coordinación perfecta para facilitar la labor al ganado y sufra lo menos posible, este tome la “manga” y uno a uno vaya entrando al cajón dispuesto al efecto para desarrollar esta importante tarea campera. Quien no haya tenido la oportunidad de colaborar en estas tareas camperas, lo que voy a decir quizá le parezca una simpleza, pero créanme si les digo que normalmente en esta faena el ganado suele estar reunido en una corraleta para tras pasar por el “registro civil” irse reuniendo de nuevo en otra más grande para después marchar todos juntos a la extensa dehesa y esperar cuatro años para ser lidiado en una plaza y demostrar lo que llevan dentro; pues bien, cuando vemos las reses antes de ser marcadas, estas suelen estar repujándose unas contra otras dando la sensación de parecer un ganado de lo más normal, pero una vez reconocidas con su hierro y marcas correspondientes, su salida brava y su comportamiento es totalmente diferente, ya es otro animal; esos ojos brillantes con una mirada limpia y fija, su majestuosidad y altanería demostradas con su cuello estirado y la cabeza y rabo buscando el cielo se hacen patentes, sus continuas idas y venidas en pequeñas carreras dentro del cercado delatan su bravura como diciendo “pertenezco a este encaste” y me llamo “fulano”, hijo de la vaca “fulana”, aquí lo llevo grabado y algún día daré una tarde de gloria a mi criador ante una figura del toreo. Y digo esto porque no en vano esta pasada feria de novilladas de Navas de San Juan, dos de los novillos lidiados en una de ellas dieron un juego sensacional, como también en la Feria de Iniesta, donde una corrida de este hierro quedó triunfadora de su feria siendo galardonada.Tras la jornada de vacunación, marcado y herrado de las reses llega el momento de la charla taurina junto a los que verdaderamente saben de esto, ganadero y mayoral. Alrededor de una buena mesa donde se degusta una suculenta comida campera, atienden a sus invitados y responden al aficionado curioso llevado por su afán de aprender sobre la grandeza de este bello animal que es sin duda el Toro Bravo.
El ganadero D. Iñigo Garzón marcando una de sus reses
El mayoral Luis Morcillo revisando los hierros
Saliendo del Registro Civil
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