Adame cortó las dos
orejas del tercero, un bravo sobrero de Montecristo,de nombre Atrevido, al que
cuajó con el capote -bordó el Quite de Oro- antes de firmar una obra grande con
la muleta. Por el pitón derecho, el mejor del toro, surgieron series de gran hondura
y entidad, mientras que por el lado zurdo, que el toro se quedó más corto, la
faena no perdió ni crédito ni intensidad. Faenón del torero hidrocálido, con un
final en tablas de enorme
fuerza y un espadazo en la suerte de recibir del que salió el animal rodado.
Luego hizo un esfuerzo en el sexto, más parado, menos claro, y metiendose en el
terreno del toro, extrajo de uno en uno muletazos de gran solidez. La espada le
robó otro trofeo.
El primero de Morante, serio y astifino, salió abanto, y esa
falta de fijeza la trasladó a la muleta, donde resultó probón y nunca se
entregó. El de La Puebla no tuvo la más mínima opción. Luego parte del público
portestó de modo incomprensible la presencia del quinto, toro alto y serio, y
se puso a la contra del torero sevillano, que incluso logró acallar las
protestas con varios muletazos al ralentí con la mano derecha que el toro,
manso y a la defensiva, no tenía, y que Morante extrajo con gran naturalidad,
aunque el público no fue sensible al esfuerzo del torero.
El Pana, que vistió de oro por primera vez en su carrera,
arranco la tarde con un animal obediente, que dejó estar al torero de Apizaco,
pero le faltó transmisión y recorrido para que la faena llegara al tendido más
allá de algunos detalles del veterano torero, principalmente en el toreo por
alto. El cuarto tampoco se deslizó y el Brujo, que dibujó como mayor logro una
sentida serie sobre la mano derecha, no acabó de confiarse. Fue pitado.
Foto Tadeo Alcina.Texto de Conchi Mateo. Colaboradora desde la Costa Blanca para De Catafalco y Oro.
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