Antonio Millán Díaz, torero al que cantaron al toque de guitarra, fandangos y soleares a la lentitud con la que mecía su capote.
Torero que estableció un toreo personalísimo frente a los toros, marcando una acentuada belleza en este difícil arte, logrando poner muchas tardes a la plaza en pie ante una multitud que aplaudía su saber estar frente al toro, entre otras cosas porque sabía apreciar lo que estaba sucediendo ante su atenta mirada.
Muchos de los que hoy pervivimos, así como los que han formado parte de esa savia nueva que conformamos su Peña Taurina, no pudimos ser partícipes de esas tardes de gloria del maestro de Ubeda, pero solo hay que darse una vuelta por la Cátedra del Toreo, Las Ventas de Madrid y coincidir como ha sido el caso con algún veterano aficionado para que nos haga vibrar y sentir un algo que no se puede explicar cuando nos rememora a los más jóvenes las tardes que Antonio Millán hizo el paseíllo en esa Plaza de Toros. Nos cuenta que su grandeza estuvo en hacer embestir a los mansos y dominar a los bravos, que como dijo “El Gallo”, Dios libre a un torero de un toro bravo.
Cuentan que su estilo fue Rondeño, de las viejas escuelas, pero sabiendo dar al toreo su propio criterio, unas añejas alegrías. Formal, galante, educado, íntegro, honesto y sobre todo valiente, así me cuentan fue Antonio Millán, dando todas y cada una de las tardes que vestía el traje de luces un señorío especial, el que merece.
Si ya su Peña Taurina dio justo reconocimiento como portador que fue de los valores ejercidos durante su trayectoria taurina así como sus altísimas virtudes y cualidades demostradas, tanto personales como profesionales, de las que derivan tan noble ejemplaridad para el estamento taurino y la sociedad en general; este año se le vuelve a rendir tributo, porque los toreros grandes nunca mueren, siempre estarán en el recuerdo de los buenos aficionados.
En las Bellas Artes -disciplina de la cual puedo decir algo y donde el toreo como no puede ser de otra manera, ocupa un lugar privilegiado- lo rectilíneo no dice nada, no es apreciado o lo es menos. Lo realmente apreciado y difícil de ejecutar es la conjugación en las curvas, por eso en el toreo, el muletazo debe terminar tras la cadera del torero, jugando con las curvas, la continuidad de una con otra sin romper su supremacía hasta finalizar el recorrido natural, ese el verdadero valor del arte, ese es el buen toreo, así es el toreo que entiende el buen aficionado, toreo donde las femorales están en juego sin trampa, así es el toreo que hace vibrar al buen aficionado, como vibramos los que sabemos interpretar las instantáneas de Antonio Millán en una tarde de toros. ¡Qué toreo el de Antonio Millán!
Pero al final, cuando llega la hora, hay que cumplir con el rito de la muerte, dentro o fuera de un ruedo, el peligro acecha en cualquier parte. Antonio Millán cumplió con ese rito siendo un hombre ya curtido a pesar de su corta edad. Veintinueve años y ya conocedor del triunfo, cuatro tardes la misma temporada por la Puerta Grande de Madrid avalan su grandeza como hombre y como torero.
Antonio Millán torero, y de los grandes. Antonio Millán torero, porque si hay que matar, se mata. Si hay que morir, se muere ¡Gloria para Antonio Millán “Carnicerito de Ubeda”.
En esta ocasión os presento una serie de 74 carteles enviados por un gran aficionado de Ubeda afincado en Linares y que algún día tendremos la ocasión de traerlo a nuestra Peña para charlar de Antonio Millán.
Un gran TORERO Y GRAN PERSONA por los referentes que tengo de él de aquella época y de un amigo común Luis Fernandez "Jocho".
ResponderEliminarPor supuesto que si Juan, yo no tuve la suerte de verle torear, primero por edad y segundo por estar en una zona norteña poco habitual en este torero.
ResponderEliminarLuís Fernández,buena persona, yo tuve la ocasión de torear un festival a beneficio de la Cruz Roja Española en Teruel allá por 1976.
Saludos Juan