PAMPLONA 1947: TRIUNFO APOTEÓSICO DE MANOLETE
Cuatro orejas y dos rabos
10 de Julio de 2012 / El Escorial (Madrid)
Feria
de San Fermín de 1947. Cuatro grandes corridas de toros. Manolete torea
la tarde del 10 de julio. En el cartel: Gitanillo de Triana, verde y
oro; Manolete, de blanco y oro y Julián Marín de cobalto y oro. Toros de
don Antonio Urquijo con trapío suficiente como de costumbre en
Pamplona. El triunfo del cordobés es aplastante: cuatro orejas y dos
rabos.
Como es tradicional por la mañana se corrió el encierro de los toros que
se iban a lidiar por la tarde. El toro número 21 de nombre “Semillero”
mata a tres mozos. Este toro le corresponde a Manolete en el sorteo y
corrió el rumor de que Julián Marín pidió estoquearlo para vengar la
muerte de sus paisanos, por lo que el diestro de Córdoba mató a
“Sanluqueño”, número 30 y a “Jaminito”, número 63.
Destacó una media a su primer toro con verticalidad absoluta, el mentón
hundido, la mano derecha muy baja y la izquierda más alta trayéndose el
capote a la cintura como remate. Media de cartel de toros, parando los
tiempos de su ejecución, como a “cámara lenta”.
En la faena de muleta derechazos con el compás ligeramente abierto y
llevando muy toreado al toro. Naturales bajando mucho la mano. La
muleta planchada. Toreo de cante grande.
Veamos cómo vio la crítica, Antonio Bellón, en “Pueblo”, la actuación de Manolete:
“La verticalidad de Manolete se quiebra al girar la cintura en naturales
y de pecho. Cada pase es una explosión de entusiasmo. Centrado,
majestuoso, facilísimo, el cordobés manda, dueño y señor de la res, en
series de naturales y redondos, trabados con pases al costado para dejar
al toro a centímetros del muslo y pasarlo sin esfuerzo, sin una
enmienda...”
Don Severo -Decano de los revisteros franceses- escribió al ver, por primera vez, a Manolete:
“¡¡¡Manolete!!!
... los pamplonicas y el innumerable gentío acudido de toda España y
hasta de Portugal y Francia (especialmente para la 4ª corrida)
“esperaron” a Manolete, para el cual los precios habían sido
considerablemente aumentados, barreras a 300 pesetas; tendidos de sol a
33... Todo inmediatamente arrebatado de las taquillas al abrirse éstas y
“revendido” a precios inauditos: tendidos de sol a 180 y barreras hasta
1600.
La plaza rebosaba de público y la corrida se desarrolló con una
temperatura de maravilla, sin una nube en el cielo y en el ambiente cuya
evocación va a intentar nuestro íntimo amigo “don Sincero” testigo de
esta corrida, tan íntimo amigo nuestro que pedimos a nuestros lectores
se sirvan considerarle aquí como a nosotros mismos y aceptar su opinión
como aceptaría la nuestra propia (Don Sincero no existe, es él mismo,
que no firma como de costumbre por haber una decena o más de revisteros
franceses sin permiso de las autoridades francesas para pasar la
frontera).
El abajo firmante, sano de cuerpo y de espíritu, por lo menos así lo
cree en lo que a esto último se refiere, a pesar del “shock moral
sufrido el 10 de julio desde las seis y diez de la tarde, certifica,
bajo juramento, haber tenido en las fechas y hora antes citadas, la
revelación de lo que jura poder certificar de GENIO DEL TOREO, tras más
de medio siglo de afición, muy “militante”, y más de dos mil seiscientas
corridas o novilladas presenciadas por él, a uno u otro lado del
Pirineo, con todos los gigantes de la lidia, aplaudidos durante once
lustros en maravillosas e inolvidables actuaciones. El responsable de
este shock moral y de esta revelación así como del completo estado, de
asombro primero y luego, de locura general que en este 10 de julio,
embargó a la muchedumbre que llenaba la plaza de Pamplona desde el
principio mismo de la lidia del segundo soberbio ejemplar de don Antonio
Urquijo (Murube) fue el diestro Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete; el
autor de estas líneas está ya casi a punto hora de poner en duda la
realidad del prodigio o de sus gestas y hazañas llevadas a cabo, sin
embargo, en plena luz, con la lentitud más inconcebible, la soltura más
asombrosa y la más milagrosa sencillez.
Digámoslo enseguida: Como hemos visto torear a Manolete, y en el curso
de toda su labor y en sus dos toros, JAMÁS HABÍAMOS VISTO TOREAR A NADIE NI PENSÁBAMOS QUE FUERA POSIBLE HACERLO DURANTE MÁS DE BREVÍSIMOS
INSTANTES ESPORÁDICOS.
Y, más aún, cuando vimos al cordobés realizar su primer archicolosal
faenón de muleta, iniciado con cinco altos impresionantes de inmovilidad
y basado, seguidamente, en fabulosos e ideales series de sobrehumanos
pases naturales con la izquierda, maravillosamente ligados, prodigio de
temple, de ritmo, sin un movimiento forzado, sin la menor impresión de
riesgo y sin embargo –al igual que sus derechazos- de una quietud sin
precedentes, y las puntas de las astas pespunteando con líneas oscuras
el raso del magnífico terno blanco y oro del diestro, cuando aún todavía
tiraba cinco incomprensibles manoletinas, de ejecución inverosímil y de
garbo único vimos a Manolete entrar, derecho, despacísimo, a fondo,
magistralmente, para clavar un formidable volapié, hasta la mano y en lo
más alto del morrillo, entonces pensamos haber tenido la suerte de
asistir a la plasmación de una proeza extraordinaria y excepcional del
famoso diestro y nos dimos por totalmente satisfechos y dispuestos a
aceptar; sin murmurar; una labor facilona y sin gran esfuerzo por parte
del artista en su segundo adversario ya que lo propio del MILAGRO, es,
evidentemente el no poder repetirlo cada cuarto de hora...
Manolete es superior a todos los toreros que hasta hoy pudimos
admirar. Ortega impuso, quizás una maestría, más ruda, a los toros
mansos; Chicuelo fue más “saleroso”, Joselito más enciclopédico;
Belmonte más trágico. Pero Manolete torea clásicamente, IDEALMENTE, sin
la menor búsqueda de efectismos, sin ninguna “concesión” y con la máxima
sinceridad, como ningún otro torero ha conseguido aún torear”.
Don Severo quedó impresionado por el toreo de Manolete ante toros con
trapío. Estaba seguro de haber visto algo grande, diferente y que se
hablaría del diestro de Córdoba como timón de una época del toreo.
Este impresionante triunfo se producía cuando le quedaba poco tiempo de vida y la feria de Linares, en agosto, le esperaba.
Se ha escrito que Manolete estaba cansado, que ya no tenía la ilusión de
antaño, que no debía de haber ido a Linares etc. Pero cortar cuatro
orejas y dos rabos en Pamplona no era fácil antes ni ahora. Un torero
cansado y sin ilusión no torea como nos han reseñado causando una gran
impresión entre quienes lo vieron. Motivos para no ir a Linares, según
vemos, no existían y por eso fue. Su apoderado, Don José Flores, nos lo
dice cuando Tico Medina le preguntó después de la muerte del torero:
Don José, ¿notó usted algo raro a la hora de vestirse el torero?
No, nada.
¿No había ningún presentimiento?
No, que yo notara nada. Estaba tan tranquilo como siempre.
Por muy temprano que uno se levante, el destino lo hace antes.
"Manolete" / Pamplona, 10 de Julio de 1947
Manuel Rodríguez "Manolete"
Manuel Rodríguez "Manolete"
Manuel Rodríguez "Manolete"
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