Tras lo visto en la Feria de San Isidro de Madrid, aqui les dejo algo con que endulzar la tarde de sabado.
Sencillamente..........TORERO
Mano de lidiador y pie pálante
Así debió ser, porque sus compañeros resaltaron el alto sentido de la
solidaridad profesional que puso de manifiesto cuando fue Presidente
del Montepío de toreros, y organizó muchas corridas benéficas en las que
no le importaba arriesgar su prestigio y su vida.
A Bienvenida le gustaba, tanto en el ruedo como en
la vida, mirar al peligro de frente y a los ojos; se opuso a las
corruptelas que amenazaban la limpieza de la fiesta, y a partir de 1952
denunció el fraude del afeitado.
La denuncia le costó cara, y su carrera, después de
cinco temporadas gloriosas –de 1953 a 1957- acabó sufriendo un bache
que no se debió sólo a las rachas sin suerte.
Esas malas rachas, explican los entendidos, son “algo consustancial con los toros. Ése no es problema de fondo. La dificultad estriba en que es un torero incómodo, porque rehúye las componendas, se niega a medrar a costa de los demás, nunca habla mal de nadie y defiende a los compañeros, incluso a los que procuran alejarlos de las plazas con malas artes. Se encuentra, pues, en inferioridad de condiciones, puesto que no responde a las insidias y nunca juega con ventaja, aunque la circunstancias le permitan hacerlo”.
Esas malas rachas, explican los entendidos, son “algo consustancial con los toros. Ése no es problema de fondo. La dificultad estriba en que es un torero incómodo, porque rehúye las componendas, se niega a medrar a costa de los demás, nunca habla mal de nadie y defiende a los compañeros, incluso a los que procuran alejarlos de las plazas con malas artes. Se encuentra, pues, en inferioridad de condiciones, puesto que no responde a las insidias y nunca juega con ventaja, aunque la circunstancias le permitan hacerlo”.
En cuanto a las faenas, Bienvenida tuvo de todo,
como en botica: tardes buenas y tardes malas; palmas y pitos; la puerta
grande y el insulto ácido desde el tendido cero; críticas exultantes y
otras que era mejor no leer; éxitos y fracasos, como todo torero que se
precie, ante los que supo crecerse.
Entre las tardes buenas, los viejos aficionados recuerdan aquella histórica corrida del 3 de julio de 1955, cuando toreó gratis a favor de sus compañeros toreros necesitados, y estoqueó en solitario en Madrid seis toros de Galache. “El arte del toreo –sentenció Ronquillo- se llama don Antonio Bienvenida”.
Entre las tardes buenas, los viejos aficionados recuerdan aquella histórica corrida del 3 de julio de 1955, cuando toreó gratis a favor de sus compañeros toreros necesitados, y estoqueó en solitario en Madrid seis toros de Galache. “El arte del toreo –sentenció Ronquillo- se llama don Antonio Bienvenida”.
En 1956 la Asociación de la Prensa le galardonó con
la Oreja de oro y ese mismo año le impusieron la Cruz de Beneficencia. Era el reconocimiento hacia una trayectoria profesional en la que sufrió
quince cornadas graves, o quince pequeñas muertes, como le gustaba decir. Eso, sin contar los
percances: en 1957 se
fracturó una pierna en una lidia a beneficio de los daminificados por
las inundaciones de Valencia; y al año siguiente, el toro Cubitoso, de
Sánchez Cobaleda, le hirió gravemente en el cuello. Pero, como suele
decirse, así son los toros.
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