Francisco, Paco
para los amigos, continúa diciendo:
Cuántas veces
hemos escuchado ese dicho de “la primavera la sangre altera” y cuanta verdad
encierra en los tiempos que corren.
Revueltos están
los de morado, rojo, verde, naranja y azul cielo.
La temporada ya
comienza y vuelve la competencia entre “morantistas” y algunos más.
Primavera.
Estación de
cambios, de agitación, de conflictos, de amores apasionados y, por supuesto, la
naturaleza remueve su plumaje para lucir un fulgor inigualable.
La inmensidad del campo bravo nos desvela el misterio de la bravura, donde se conjuga nobleza con raza, a través de la selección de las madres que dejarán la simiente necesaria para que los toros triunfen en los ruedos.
Ocurre que cuando uno vive emociones intensas, especialmente bonitas y que te hacen sentir tanto y tan profundo, estas deseando que se repitan una y otra vez.
Para mí el campo
es vital. Además, cuando hablo de toros o toreo, siempre tengo como origen,
referencia y guía el CAMPO.
Y lo escribo en
mayúsculas porque ahí está la esencia, la verdad, la pureza, el valor, el frío,
el sol, las flores, donde manda el corazón, las cosas bien hechas, donde brota
el sentimiento, la pasión y donde se puede escuchar el silencio.
En el campo es
donde se forja y crece un torero. Lo que allí consiga difícilmente lo logrará en
la plaza. Allí se miden, se exigen, se sienten, se pulen, en definitiva, se
afianza su concepto. Es el laboratorio perfecto para el toreo.
Pero si para los
toreros es laboratorio, qué podemos decir para los ganaderos.
En el campo fijan
caracteres, matices y dotan de personalidad a la ganadería, con su trabajo
diario, pasando horas y horas con el único objetivo de adivinar y encauzar esos
ríos de bravura que todos buscan y que, si tiene la suerte de encontrar, será
aquí, pisando la hierba, el barro, tragando polvo, trabajando y disfrutando del
campo donde lo hallen.
Dicho lo cual, es
difícil de explicar, el marco más especial vivido recientemente, en un
tentadero de hembras sobre el tapete inigualable de la Finca Cerropelado,
preñada de hierba y flores (aunque menos que otros años debido al tiempo tan
inusual que estamos padeciendo) donde tanto me gusta estar y compartir con los
toreros y buenos amigos como es el caso de Francisco Jiménez en esta ocasión.
Compartir tiempo
con un torero, torero, y un ganadero, ganadero, que busca a través de las
eralas que con tanto amor y fe cría, el vivero perfecto en el que germinará la
bravura para esos toros que años más tarde engrandezcan la divisa de su
ganadería.
Porque la bravura
es ese misterio que se transmite de generación en generación donde la vaca se
arranca, levantando tierra, desde treinta metros, al caballo de picar. Y fija y
galopando llega al peto, donde empuja con toda la fuerza de sus antepasados,
que han regado de bravura estos campos y tantas plazas.
Para acto seguido
acudir, con clase y nobleza, al cite del torero. Quienes embriagan como si
fuesen un único ser todas sus emociones y sentimientos.
Espectáculo sin
igual que se goza desde el silencio roto por el crujío de cada muletazo.
Es tal la bravura
y la nobleza del animal que uno a uno los intervinientes van pasando por el
almíbar de sus embestidas para saciar su sed torera.
Y sientes, siento
rabia, resquemor, resentimiento, pero los años...hablan de verdad.
Disfruté de ese
momento, de un día que pervive tan fresco en mi memoria y que se quedó por
siempre entre las encinas, la hierba y la casta jienense, muy cerquita de
Linares, tierra viva, de buen cante, de toros y toreros.
Volveremos.
Partimos de nuevo a la frenética vida de la urbe, con el alma enriquecida y la afición rebosante y deseosa de seguir transmitiendo.
ESTA FUE LA GRAN TARDE VIVIDA EN CERROPELADO
EL SEÑOR GANADERO D. IÑIGO GARZON
EL MATADOR DE TOROS MARIO SOTOS
JAVI GARZON. HIJO Y SOBRINO DE LOS SEÑORES GANADEROS