martes, 14 de febrero de 2012

Lo que debiera ser el Catecismo del G-10





El torero con más naturalidad que he visto en mi vida


Así lo escribió D. Joaquín Vidal en 2000; ¿Un visionario tal vez?

En 1952, cuando el afeitado estaba en su apogeo, Antonio Bienvenida alzó voz y muleta contra el fraude. Y se quedó más solo que la una. Al denunciar el afeitado y negarse a torear reses manipuladas, dejó al descubierto los fundamentos, circunstanciales por supuesto, de la tauromaquia de unos cuantos fenómenos: el utrero abecerrado y, además, afeitado. 

Antonio Ordóñez fue el adalid de la conjuración. Pero no estuvo solo. Al veto del torero de Ronda, indiscutible mandamás del momento, se unieron Antoñete, Jumillano, Pedrés y Rafael Ortega, quizás el más grande y puro del último medio siglo, aunque siempre sin mando. Fueron los más significativos. 

Julio Aparicio, beligerante al principio contra Bienvenida, rompió el veto apuntándose a un ruidoso mano a mano con el vetado. Sólo la ayuda de Pérez Tabernero, que había aportado seis toros una semana antes para una corrida en solitario de Antonio en Las Ventas, ayudó a Bienvenida en esos difíciles momentos.

Los recelos contra Bienvenida nunca se disiparon. Y fue acusado de «enemigo de la Fiesta». El afeitado no desapareció entonces, aunque alguna disposición se reflejó en el Reglamento. Y ahí sigue. ¿Quién podría hoy emular el gesto de Antonio Bienvenida? Los aficionados esperan y la gloria está al alcance de la mano. ¡De frente, ar! A ver si surge otro «enemigo de la Fiesta». 

El recuerdo de Antonio Bienvenida, vivo para quienes conocimos su toreo, requiere más perfiles pues mantuvo la esencia del arte de torear en muy diversas épocas de la tauromaquia. Por ejemplo, ya en tiempo de Manolete, que había cambiado el parar, templar y mandar por el ventajista toreo de perfil; las etapas de Aparicio y Litri, de Ordóñez y Manolo Vázquez -dos de los pocos diestros de escuela-, del Chamaco con su pase del fusil, del arrojado Chicuelo II, de tantos como iban y venían tomando la cabecera de los escalafones e imponiendo modas.

Antonio Bienvenida constituía la reserva, a veces única, del toreo verdadero. Hasta en aquella década desgraciada de los años 60 en la que la fiesta se llenó de corrupción, del arte de torear hicieron mofa, lo convirtieron en esperpento y dieron el mando del toreo a un zafio caricato llamado El Cordobés.

Retirado El Cordobés aún quedaba Antonio Bienvenida, manteniendo vivos los cánones de la tauromaquia eterna. Se retiró en octubre de 1974 y unos meses después la vaca Conocida causaba la tragedia. "El día que falte vendrá la decadencia de la fiesta..." Y el augurio acertó. No hay más que mirar este yermo campizal de la moderna tauromaquia. El arte de torear, su riqueza y su quintaesencia son pura entelequia. 

Don Julián & Cía., déjense de tantas milongas y den un repaso a este "catecismo" todas las noches antes de dormir, tomen ejemplo de D. Antonio..... Bienvenida claro; no hagan como Antonio..... Ordóñez y sus secuaces en aquellos tiempos.

Y con esto no quiero quitar méritos a nadie, porque a pesar de todo nadie puede arrebatar el título de figura a "El Juli" ni a ninguno de los nombrados, pero...............

2 comentarios:

  1. Que blog más bonito el suyo.
    La verdad que entre unas cosas y otras tenía poco tiempo de pasarme por él, pero prometo hacerlo más a menudo.
    Un saludo desde Castellón!

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  2. Gil de O.15/2/12 09:34

    Muy acertada su entrada. Propia y digna de quién como usted defiende la Fiesta en toda su dimensión.

    Si me permite un toque: Lo de parar, templar y mandar, no es ni mutable ni intercambiable. Manolete dejó escrita una Tauromaquia qué respetó y asentó todos los cánones y fundamentos del Toreo.
    Lo de "perfíl" se puede discutir; lo del afeitado imperdonable en él y en todos.

    Un saludo de Gil de O.

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