El perrillo de Fermín Mondaraiz Mosulén, émulo del Perro Paco,
tratando de animar al Belador para volver a los corrales tras su indulto
Corrida de la Prensa 1982
"...Hoy,
por primera vez en lo que va de Feria y gracias a la presencia del
toro, ha resplandecido en Las Ventas la verdad inmutable de la Fiesta,
que viene a redimir a la Plaza vilipendiada, humillada, reducida,
enalteciéndola, prestigiándola. Hoy Madrid ha vuelto a ser, tras treinta
días de oprobio, la Primera Plaza del Mundo, el espejo de la Fiesta
toda, el sitio de referencia: mi Plaza..."
José Ramón Márquez
El otro día, a la salida de los toros, me encontré con Victorino. Le dije: “La
leyenda de tu casa se basa en el terror, en los toros indomeñables,
fieros y listos. Todo lo que sea alejarse de eso es ruina”. Me
respondió: “Podemos estar de acuerdo, pero esos toros que tú dices, hoy
en día ¿quién los mata?"
A los pocos días, como un regalo, Victorino
echa en Madrid un corridón. Un señor corridón de toros que me quita de
encima más de treinta años, un corridón de toros que es un chute de
autenticidad después de las treinta tardes, que manda huevos, treinta
tardes de mofa y befa del ganado de lidia, de la sacrosanta tauromaquia.
Y ha tenido que ser, una vez más, Victorino (¡Victorinooooooo,
morucheroooooooo!) quién ha puesto en el arenal de Las Ventas una
corrida de toros que reivindica la m... de la feria y que reparte de
nuevo las cartas para que el que no se entere sepa que
el toro es un bicho que no es para estar “muy a gusto” con él, ni para
“disfrutar un montón”, ni para “pasarlo bomba toreando”, porque si el
toro es lo que debe ser lo que debe salir de ahí es lucha, hombría,
torería, épica y nunca disfrute, placer o echar el rato como el que está
en el Retiro.
Victorino
ha vuelto a poner en Madrid el listón más alto con una corrida de
muchísimos matices, de disfrute para el aficionado, que pedía a voces la
presencia de los grandes, el primero Julián el Poderoso de San Blas,
para que demostrase su poderío, y detrás los toreros en sazón que han
ofendido la memoria de tantos grandes toreros profanando la Puerta de
Madrid sin merecimiento alguno: Luque, Perera
y otros de los que ni me acuerdo ni me da la gana ir a mirar sus
prescindibles nombres. Ahí tenían que haber estado esta tarde los
príncipes del escalafón retratando su tauromaquia ful de vaivén frente a
la única verdad incuestionable, eterna e indestructible: el toro. El
toro frente a la cabra, frente a la mona, frente a la cucaracha, frente
al caracol, col, col, el toro frente a la inmundicia ganadera de todos
los días, pintada en esa odiosa página 14 del programa reiterada
veintiséis tardes de treinta con la peste del maldito juampedro, que
Dios le perdone, monserga reiterada e inane, antitaurinismo modorro
destinado a aburrir a las ovejas y a permitir que los de las coletas
postizas disfruten, se lo pasen bomba y se expresen.
La victorinada de
hoy en Madrid pedía el carnet de identidad. Lo primero en presencia, que
se dice ahora, en trapío que se dijo siempre. Toros serios como un
catedrático de Civil de antes de la Guerra, con miradas listas y
escrutadoras, fuertes de pezuña. Toros sin lengua de Victorino, que
imponían en el ruedo el respeto que se debe a lo que se teme. Les
pegaron en varas lo que no está en los escritos, sangraron litros, les
desgarraron los lomos, les trataron de reducir con el hierro afilado de
la puya y no lo consiguieron, que los de la A y la corona se
mantuvieron, cada uno de ellos con sus particularidades, incólumes ante
la sangría.
Los dos primeros,
Madrileño, número 56, y Escritor, número 57, fueron toros anteriores a
la corrida histórica del 82. Tobilleros, más que listos, inteligentes,
con memoria, magníficos. No imagino el terror que se debe sentir de
estar frente a esos dos animales armado de una tela roja, aguantar sus
miradas huecas y, sobre todo estar preparado para la incertidumbre del
final del muletazo. ¡Qué seriedad la de estos dos toros!, ¡qué trapío!,
¡qué ruleta rusa la de sus embestidas!
Y luego, el tercero, Vengativo, número 27,
un toro en busca de un torero, impresionante despliegue de casta, de
fiereza indomeñada, explosión primitiva de fuerza, de sentido, de
autenticidad: el toro de la Feria por ahora, devorando la muleta, al
torero y a quien se pusiese por delante. Y el cuarto, Jaqueco,
número 16, el más bravo de la tarde, el de embestidas más atemperadas,
un toro a la espera de un torero de auténtico pellizco y generoso que
resaltase sus virtudes sin cicaterías. Y el quinto, Majito, número 94,
un killer con el interés del manso encastado, toro difícil y fiero,
complicadísima ecuación que no se deja matar, que se defiende, que vende
cara su vida, como cualquiera de nosotros haríamos. Y el sexto,
Cominero, número 46, complicado toro que se orienta, y que no pasa.
Una vez más ha tenido que venir Victorino
a salvar los muebles de la Empresa. Una vez más Victorino ha puesto el
listón en el nivel real de la exigencia ganadera, de la seriedad del
toro, de la autenticidad. Una vez más Victorino demuestra con esta
corrida que tiene la ganadería bajo control, que es capaz de echar en
cada sitio la corrida que se precisa en cada momento y que lo mismo que
el año pasado bajó el listón para echarle una mano a Talavante,
aunque a la postre el pobre hiciera el ridículo, lo mismo es capaz de
poner en Madrid una corrida -toda ella con el guarismo 0- que sea capaz
de copar de manera total todo el protagonismo de la tarde.
La otra pata de la
mesa son los toreros. Y en ese sentido también hemos de agradecer a
Victorino que esta tarde, gracias al encierro que soltó, hayan vuelto a
nuestras cabezas los nombres de grandes toreros que sabían qué hacer con
estos toros, Antonio Bienvenida, Dámaso Gómez, Ruiz Miguel, Palomar, José Antonio Campuzano,Andrés Vázquez, Paquito Esplá, El Cid,
y con esos nombres nos ha vuelto el recuerdo de faenas a sangre y
fuego, de trasteos por la cara, de muleteos poderosos (de los de verdad,
no de los de a tanto el adjetivo), de entereza y de arte, pues no hay
mayor arte en los toros que dominar con guapeza la fiera embestida de un
toro, entender sus complicaciones y superarlas con oficio y verdad.
Hoy,
por primera vez en lo que va de Feria y gracias a la presencia del
toro, ha resplandecido en Las Ventas la verdad inmutable de la Fiesta,
que viene a redimir a la Plaza vilipendiada, humillada, reducida,
enalteciéndola, prestigiándola. Hoy Madrid ha vuelto a ser, tras treinta
días de oprobio, la Primera Plaza del Mundo, el espejo de la Fiesta
toda, el sitio de referencia: mi Plaza.
Se me olvidaba decir que con el corridón de Victorino se anunciaron Uceda Leal, que dio una estocada soberbia a su segundo; Antonio Ferrera, que naufragó de forma estrepitosa con el quinto. Y Alberto Aguilar, que demostró que por mucho que le apoyen los que le apoyan, está más capacitado para Montealto que
para Victorino, aunque diremos en su descargo que se vio solo y
desatendido ante las embestidas de sus oponentes, rodeado de una birria
de cuadrilla. Resaltemos además a Iturralde y a Grilo, picadores de Uceda y Ferrera, respectivamente.
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